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Prohibir nuestros libros no borrará nuestras historias | American Masters

Prohibir nuestros libros no borrará nuestras historias | American Masters

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan los puntos de vista de American Masters. 


A veces, lo que parece parecer el eco inquietante de un pasado oscuro y seguramente lejano puede convertirse en un presagio solemne de eventos preocupantes en el horizonte. 

Puede seguir ignorándolo con toda tranquilidad hasta que los acontecimientos lo superen repentinamente. 

Hace veinte años, mientras caminaba por el bulevar Unter den Linden, en el distrito Mitte de Berlín, pasé por delante de la amplia plaza adoquinada Bebelplatz, donde se encuentra la histórica biblioteca de la Universidad Humboldt, y noté un brillo tenue que emanaba del suelo cerca del centro de la plaza. A medida que me acercaba, la luz se hacía más brillante, más intensa, un aura fantasmal que se elevaba hacia el cielo nocturno. Al llegar a la fuente de la luz, descubrí que era un gran cuadrado de vidrio templado grueso colocado en la plaza que permite al visitante mirar profundamente hacia abajo, a una sala subterránea iluminada y llena de estanterías vacías, pintadas de blanco marfil. 

Monumento conmemorativo de la Quema de Libros en Bebelplatz, de noche, en Berlín, Alemania. Fotografía de Daniel Neugebauer. 

El monumento público llamado “La biblioteca vacía” fue creado en 1995 por el escultor israelí Micha Ullman para conmemorar la quema masiva nazi de libros que tuvo lugar en esa plaza el 10 de mayo de 1933, donde se quemaron más de 20,000 libros, entre ellos obras de escritores y eruditos judíos, comunistas y liberales. Miles de espectadores se deleitaron mientras músicos y cantantes militares nazis acompañaban el espectáculo. Setenta años después, las luminosas estanterías vacías ofrecían un testimonio silencioso y sombrío de todo lo que se había perdido en letras, aprendizaje y vidas. Sin duda, no podríamos hacerlo nunca más. 

De hecho, aunque no hubo hogueras, no fue hasta siete años después de mi visita a Bebelplatz, en 2010, cuando la Ley HB 2281 de Arizona fue aprobada y promulgada por la entonces gobernadora Jan Brewer. Dicha ley pretendía restringir específicamente que las escuelas públicas ofrecieran cursos de estudios étnicos (en su mayoría mexicoamericanos) que, según el texto de la ley, “…promovieran el resentimiento hacia una raza o clase de personas”. Los detractores de la ley la atribuyeron en su momento al resentimiento latente contra la cofundadora de la Unión de Campesinos y defensora de los derechos civiles, Dolores Huerta, por un discurso que pronunció en 2007 en Tucson, en el que había opinado que los republicanos odian a los hispanos. 

La Ley HB 2281 incluía una lista de libros que debían prohibirse en las escuelas de autores chicanos(as), muchos de ellos amigos y aliados míos, como Sandra Cisneros, Jimmy Santiago Baca, Carmen Tafolla, Luis Alberto Urrea, Ana Castillo y Luis Valdez, entre otros influyentes escritores y académicos mexicoamericanos. 

Aunque la ley sería declarada inconstitucional en un tribunal de distrito de Estados Unidos en agosto de 2017, los defensores afirman que la supresión de los estudios chicanos en las escuelas públicas de Arizona sigue vigente. ¿Qué temores impulsaron estas prohibiciones en primer lugar? ¿Qué expectativas aterradoras impulsaron la imaginación autoritaria necesaria para concebir tales medidas? La anatomía de tales patologías quedará para otro momento quizás menos urgente. 

Dolores Huerta sostiene un cartel de “Huelga” en señal de protesta, cortesía de Paul Richards estuarypress.com 

Porque lejos de retroceder tras la sentencia de 2017, el espectro de la prohibición de libros, resurgiría posteriormente cual zombi y provocaría una metástasis, extendiéndose con venganza finalmente a Florida y a Texas (e incluso a mi casa de San Antonio, a la que regresé en 2005 tras décadas de estancia en la ciudad de Nueva York). De hecho, el Distrito Escolar Independiente North East (NEISD), donde asistí a escuelas públicas desde la primaria hasta la graduación de secundaria, se erigió como el más prolífico inquisidor y prohibidor de los libros en Texas. 

En 2022, el NEISD retiró 431 libros de las estanterías de las bibliotecas escolares para revisarlos “por si eran apropiados”, y finalmente retiró 119 de ellos, aunque en las comunicaciones oficiales del distrito se utilizó el término “sustituidos”, en lugar de “prohibidos”. Los distritos escolares de Pasadena (cerca de Houston) y Bryan (cerca de College Station) también registraron cifras competitivas de prohibición. 

Estos cambios se produjeron tras una maniobra extralegislativa en 2021 del representante estatal del Caucus de la Libertad de Texas Matt Krause, de Fort Worth, presidente de la Comisión de Investigación General de la Cámara de Representantes, cuando difundió una carta pública en la que exigía la revisión de libros sobre temas que iban desde la justicia racial y social hasta la identidad de género y las narrativas LGBTQIA+. La carta incluía una hoja de cálculo de 16 páginas con 850 títulos, entre ellos “La lucha por los derechos LGBTQ+” (The Fight for LGBTQ+ Rights), “¿Qué es el movimiento Black Lives Matter?” (What is the Black Lives Matter Movement?) y “Las confesiones de Nat Turner” (The Confessions of Nat Turner). Según el San Antonio Current, el representante Krause “no dio ninguna explicación de cómo compiló la lista, ni enumeró los distritos específicos a los que exigió su responsabilidad”. 

Una mujer lleva libros en el Trinity College, de los archivos del Toronto Star. 

Tras el anuncio de la inquisición sobre libros seleccionados en el Distrito North East de San Antonio, escribí en señal de protesta y preocupación al Superintendente, el Dr. Sean Maika. Y no se trataba únicamente de que me insultaran como antiguo alumno de las escuelas del distrito, donde había leído libremente libros tan peligrosos y prohibidos en su día como “Aullido” (Howl) de Allen Ginsberg y “El almuerzo desnudo” (Naked Lunch) de William Burroughs durante mis años escolares y donde posteriormente me convertí en el primer latino con una beca Rhodes que estudió en Oxford. Mi hija iba ahora a la escuela secundaria a la que yo asistí una vez, y la idea de que su libertad intelectual sin fronteras se viera de algún modo afectada por fiebres puritanas de prohibición de libros añadía un agravio más al insulto. 

Cesar Chavez.

Les ahorraré los detalles, pero la respuesta a mi protesta fue previsiblemente escasa y ambigua, para ser generosos, y la inquisición llegó a su abominable conclusión. Quizás, no hace falta añadir que nunca me han invitado a hablar en alguna de las escuelas del distrito a las que he asistido, sea o no becario chicano de Rhodes. 

Según un reciente informe de PEN América 2023, “Prohibidos en EE. UU.: las leyes estatales potencian la supresión de libros en las escuelas” (Banned in the USA: State Laws Supercharge Book Suppression in Schools), en el último curso escolar en todo el país se prohibieron “1,477 libros individuales, lo que afecta a 874 títulos únicos… En su gran mayoría, las prohibiciones de libros siguen centrándose en historias escritas por personas de color y LGBTQ+ y sobre ellas”. El informe enumera Texas, Florida, Misuri, Utah y Carolina del Sur como los estados con más prohibiciones, “impulsadas por una confluencia de agentes locales y políticas a nivel estatal”. Por desgracia, Texas encabeza la lista, y mi propio Distrito North East de San Antonio ostenta la corona estatal de prohibiciones, un honor cuestionable, sin duda. 

Entonces, ¿cuál es el punto de esta historia? 

“Si me hubieran preguntado hace 10 o 20 años atrás, probablemente habría dicho que los principales problemas a los que se enfrenta la libertad de expresión emanan del extremismo religioso”, declaró Salman Rushdie en la Cumbre sobre la Primera Enmienda celebrada a finales de septiembre de 2023 en Filadelfia. “Creo que ahora nos enfrentamos a otro viejo enemigo, que es el autoritarismo… [Existe] la voluntad, entre al menos una parte de la población, de dejar de apreciar los valores democráticos consagrados en la primera enmienda”. 

¿Cómo debemos responder a estos retos nuevos? 

“La lectura de estos libros es una forma de resistencia”, afirma Iris Mogul, alumna de un instituto de Miami, en The Guardian sobre sus esfuerzos frustrados por estudiar historia afroamericana de nivel avanzado en un estado en el que esa aspiración ha sido restringida de manera oficial por ahora. Y hay resistencia a la lectura entre los jóvenes, entre los académicos noveles, entre los activistas, y los artistas y el mundo creativo. Aunque estas acciones contra nuestras libertades más preciadas sigan transformándose y buscando formas nuevas e ingeniosas de proteger o censurar totalmente la curiosidad, las voces excluidas y las comunidades ignoradas y menospreciadas están apareciendo en la escena pública estadounidense como nunca antes. Aun cuando los programas de Diversidad, igualdad e inclusión (DEI), junto con la enseñanza de la Teoría crítica de la raza, han sido prohibidos legislativamente en las escuelas y universidades de Texas; los programas de estudios étnicos, estudios chicanos, afroamericanos e indígenas han sido autorizados por la Agencia de Educación de Texas y son populares en los institutos de todo el estado. Los historiadores están revelando nuevos detalles sobre el legado de la violencia antimexicana, entre los que se incluye el despojo generalizado de tierras y los linchamientos de principios del siglo XX que dieron forma al estado de la estrella solitaria. 

Las películas nuevas, como Una canción para César (A Song for Cesar), están sacando a la luz el papel poco conocido que desempeñaron músicos y artistas en el apoyo y la promulgación de la causa del movimiento de la Unión de Campesinos, arraigada en la concepción de César Chávez del poder de la creatividad artística y musical en la construcción de expresiones nuevas de conciencia social en busca de la justicia. Todas ellas son formas nuevas de resistencia, contra las fuerzas virales de la censura y el autoritarismo. 

Imagen de “Las aventuras de Saul Bellow” (The Adventures of Saul Bellow). 

Tony Díaz, “el Librotraficante”, escritor y activista de Houston, lleva combatiendo la prohibición de libros desde la Ley HB 2281 de Arizona en 2010, momento en que “traficó” por primera vez con ejemplares de libros chicanos prohibidos en ese estado. En una conversación reciente, Díaz habló de los esfuerzos organizativos en curso para hacer frente a quienes pretenden prohibir los libros en Texas y en todo el país. 

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 “Solo el arte puede salvarnos”, dijo. “Si se quiere iniciar una revolución cultural, hay que convocar a los poetas, seguir alimentando la imaginación y la cultura, mantener a la gente entusiasmada y comprometida; es más fácil decirlo que hacerlo, pero están ocurriendo cosas muy bellas en el panorama artístico”. 

En respuesta a los desafíos que plantea la libertad sin trabas en el campo de las letras, señaló la creación de una librería literaria latina en San Antonio, así como la organización de grandes actos literarios comunitarios en Houston. Y el apoyo y promulgación de bibliotecas: “…Bibliotecas subterráneas, siempre se ha pensado en eso, en bibliotecas públicas y bibliotecas familiares”. 

Lo que está en juego es mucho; es algo de vida o muerte. 

Una placa colocada cerca del monumento público “La biblioteca vacía”, en la Bebelplatz de Berlín, contiene una frase premonitoria del escritor judío alemán del siglo XIX Heinrich Heine: 

Eso no fue más que un preludio:
allí donde se queman los libros,
se acaba quemando personas. 


John Phillip Santos 

John Phillip Santos es escritor, periodista y director de documentales, oriundo de San Antonio, Texas. Sus dos libros de memorias, “Lugares que quedaron sin terminar en el momento de la creación” (Places Left Unfinished at the Time of Creation) (finalista del Premio Nacional del Libro) y “El hogar más lejano está en un imperio de fuego” (The Farthest Home is in an Empire of Fire), narran conjuntamente las historias ancestrales de las familias de su madre y su padre, una historia sobre el origen estadounidense a partir de las migraciones centenarias que surgieron de España, México y las tierras que se convirtieron en el sur de Texas. Su libro de poemas es “Canciones más antiguas que cualquier cantante conocido” (Songs Older Than Any Known Singer).  

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